No acabo de entender por qué los mayores se metían conmigo, los típicos abusicas... pero el caso es que cada vez que venían mis primos de Barcelona a las fiestas patronales, me hablaban de Bruce Lee y de las cosas portentosas que era capaz de hacer...matar a un hombre con sus propias manos, extraerle las vísceras de un solo golpe...lo normal. Ellos me enseñaron una llave de judo, y cuando la apliqué en una de esas peleas infantiles de manera intuitiva, porque uno tenía cara de bueno, inocente, y había que putearlo, tuve un éxito rotundo, me gané el respeto de los demás. La noticia circuló como la pólvora.
Cuando nos trasladamos a Almería, dio la casualidad de que a dos calles de casa, en el barrio, había un gimnasio de kárate, el Kyny, en Tirso de Molina. Me apunté, y así pasé mi adolescencia, hice amigos que todavía hoy me duran, y crecí con esos valores de respeto, esfuerzo, sacrificio y cortesía que las artes marciales poseen. Ahora ya no se meterían conmigo, y si lo hacían, sabría responder.
![]() |
Junto a sensei José Manuel en el Kyny, soy el de la derecha. |
En mis años universitarios en Valencia continué con la práctica del kárate, y la preparación para las pruebas físicas de alférez de complemento de las milicias universitarias. Me puse Jabato. El servicio militar voluntario en La Legíon acabaría de ponerme en forma de verdad.
En mi etapa laboral intenté continuar con la práctica de este arte marcial, pero ya no encontraba un gimnasio que tuviera los mismos valores que me inculcaron cuando empezaba, y parecía que ganar medallas era más importante que aprender los katas, o el autodesarrollo personal, seguir aprendiendo y creciendo.
En esta última etapa "senior", han sido dos años y medio de recordar cosas, de recuperar lo aprendido y afianzarlo... pero de nuevo, un parón, la falta de continuidad, amenazan con arruinar lo aprendido, de dejar de regar esa planta de la que hablaba Nakayama en sus libros.
(CONTINUARÁ)
No hay comentarios:
Publicar un comentario